Prólogo de Alernatives
“Nuestro gran amigo Matthew Green está en un viaje de escritor que nos parece fascinante. Tiene una sólida reputación como periodista serio sobre el clima, para Reuters, el FT y DeSmog. Al mismo tiempo, Matthew está llevando a cabo una investigación interna sobre cómo el trauma -personal, colectivo, intergeneracional- afecta a nuestra forma de ver y actuar en el mundo.
A continuación se presenta un ejemplo de los dos aspectos de esa investigación, informando sobre su encuentro con una figura transformadora, la Dra. Vivanna Rodriquez Carreón, que combina una carrera académica en estudios sobre la paz, con el deseo de abrir su comprensión a los traumas del pasado de los pueblos indígenas de Perú.
El propio estilo exploratorio de Matthew nos sugirió que esto debía funcionar como una pieza de AlterNativas, un espacio inglés para el testimonio personal sobre cómo se exploran y se viven las opciones alternativas.”
Matthew Green: Escuchar la pausa en Perú
El trabajo de curación del trauma colectivo no es lineal. No sigue un guión preestablecido.
Se trata de fragmentos de emoción, memoria y experiencia que han sido escindidos y empujados a lo más profundo del inconsciente, y que reclaman atención a través de sensaciones físicas, sincronicidades y el lenguaje simbólico de los sueños.
Al embarcarnos en la búsqueda de la integración de estas energías huérfanas, abandonamos el dominio de la lógica y nos adentramos en el territorio liminal del sentimiento, la sensación sutil y los impulsos apenas perceptibles del alma.
Tarde o temprano, esa transición planteará inevitablemente una pregunta: ¿Cómo podemos aprender a hacer una pausa y dar voz a formas de conocimiento que las palabras no pueden transmitir?
CONSTRUIR UN PUENTE
La Dra. Vivanna Rodriquez Carreón, profesora de estudios sobre la paz en la Universidad de Sydney, se plantea esta pregunta desde que escribió su tesis doctoral sobre las experiencias post-conflicto de las mujeres de Ayacucho, una franja montañosa del centro-sur de Perú. Más del 40% de los 69.000 habitantes de la región murieron o desaparecieron durante el conflicto armado que asoló Perú entre 1980 y 2000.
Vivianna y yo nos conocimos el año pasado en Alemania como estudiantes del Timeless Wisdom Training (Formación en sabiduría atemporal) de Thomas Hübl, una inmersión de dos años para aprender a trabajar con el trauma individual, ancestral y colectivo. Durante los retiros presenciales y en línea (incluido el retiro en silencio de siete días que tuvo lugar a principios de este mes), cada participante se enfrentará, a su manera, al reto de explorar formas de conocimiento que trasciendan los patrones habituales de percepción.
Nunca he estado en Perú -ni en Australia- y nunca he estudiado estudios sobre la paz. Pero quería escribir sobre Vivianna porque está haciendo algo que me parece esencial en estos momentos: Trabajar duro para tender un puente entre una institución convencional (en su caso, el mundo académico) y un trabajo de vanguardia para explorar cómo la transformación interior puede impulsar el cambio en el mundo exterior.
Además de su trabajo con Thomas Hübl, Vivanna ha pasado los últimos tres años co-diseñando el centro español de Theory U (Teoría U), un enfoque basado en la concienciación para el cambio de sistemas promovido por Otto Scharmer, profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts y fundador del Presencing Institute.
Además de todo esto, Vivianna es asesora de Inner Development Goals, una organización sin ánimo de lucro que desarrolla las capacidades internas necesarias para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas; de nuevo, tendiendo un puente entre el cambio interior y exterior.
Como la escritura en este blog siempre pretende tejer nuevas conexiones fructíferas, espero que alguien que lea esto pueda apoyar la visión de Vivianna de poner el trabajo colectivo de integración del trauma a disposición de las comunidades de Ayacucho, quizás a través de Pocket Project (el Proyecto Pocket), la organización sin ánimo de lucro que Thomas Hübl fundó con su esposa Yehudit Sasportas.
“Lo que quiero hacer es crear un puente, ayudar a que la curación colectiva se convierta en la corriente principal, para que los peruanos no repitamos lo mismo cada generación: el destino del trauma”, me dijo Vivianna. “¿Cómo aceleramos el proceso? Hemos evolucionado mucho en nuestra comprensión intelectual. Pero nuestra evolución interior se ha atascado de alguna manera. ¿Cómo conecto con las comunidades que están haciendo este trabajo?”.
Pero esa no es la única razón por la que la historia de Vivianna me intrigó.
Para ser totalmente transparente, la zona liminal irrumpió en nuestra conversación de forma tan vívida e inesperada que parecía que la propia Vida estaba subrayando doblemente el memorándum sobre la importancia de abrazar otras formas de conocimiento.
Esta subtrama involucraba al abuelo de Vivianna, el mayor José Carreón Ortíz, que era piloto de helicópteros en el ejército peruano; la leyenda de la ciudad inca perdida de Paititi (conocida por los conquistadores españoles como El Dorado); y un avistamiento fugaz de un par de Paco-Pacuris – habitantes de ese inframundo perdido. Más información a su debido tiempo.
Primero: La evolución de Vivianna de académica tradicional a viajera del espacio interior.
UN MOMENTO EN LAS MONTAÑAS
El enfoque iconoclasta de Vivianna no surgió de la noche a la mañana.
Emprendió su investigación doctoral hace 15 años y empezó centrándose en las repercusiones más tangibles, visibles y mensurables de los conflictos, como dictaba su formación. Sin embargo, siempre le intrigó el papel que desempeña la conciencia en la creación de condiciones que tienden a la guerra o a la paz.
Vivianna creció en Quillabamba, un valle situado en una zona boscosa de la región andina, a unos 40 kilómetros de Machu Picchu, por lo que estaba familiarizada con la vida rural. Pero cuando pasó su primera noche en un pueblo de Ayacucho como investigadora, experimentó una sensación visceral de miedo. Imaginó lo que debía de ser cuando los guerrilleros de Sendero Luminoso, o los paramilitares apoyados por el gobierno, llamaban a la puerta.
Lo que estaba experimentando no sintonizaba realmente con la literatura, que como académica tenía que utilizar para apoyar mi investigación”, me dijo Vivianna. “Entonces me di cuenta de que me interesaba cómo el conflicto perturbaba el estado interior colectivo de una comunidad. Quería entender la dinámica interna de la guerra y la paz, no sólo sus manifestaciones externas.
Vivianna aprendió a empatizar profundamente con las experiencias de las mujeres rurales, cuyas luchas en busca de justicia para sus familiares desaparecidos relata en su tesis. Las mujeres se enfrentaban a enormes obstáculos a la hora de relacionarse con el Estado peruano: La mayoría carecía de identificación oficial; no hablaban español, sino las lenguas indígenas quecha y aymara; y sufrían pobreza estructural, racismo y discriminación.
A pesar de estos retos, Vivianna no encontró que las mujeres se sintieran impotentes o ciudadanas de segunda clase, y se dedicó a comprender su experiencia interna de agencia.
El mayor avance en su comprensión, sin embargo, no llegó a través de las entrevistas. Ni siquiera examinando los archivos de Lima, que contienen más de 17.000 testimonios recogidos por la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Perú.
Vivianna había leído sobre la importancia de la introspección y la autoindagación en obras del filósofo místico Jiddu Krishnamurti y del físico David Bohm.
Pero la esencia de la experiencia que describían se le había escapado. Hasta que se dio cuenta de ello cuando acompañaba a unos campesinos que apacentaban a sus animales en una ladera.
“En palabras de Jiddu Krishnamurti, me estaba liberando de lo que conocía mirándolo sin la fragmentación que mi mente había creado. Me di cuenta de que era el espacio interior donde estaban las respuestas para mi trabajo”, escribe Vivianna en un próximo artículo sobre la liminalidad. “Sentía una sensación de totalidad, pero nadie podía verla. Tuve un momento ‘ajá’. Así es como los campesinos construyen resiliencia.”
Ese momento de conciencia expandida estaba lleno de conocimientos de una calidad muy diferente a la comprensión cognitiva. Este estado alterado era a la vez tan amplio y tan nutritivo que Vivianna lo reconoció al instante como un recurso espiritual que sustentaba a las mujeres a las que había dedicado tantas horas de entrevista.
Más tarde, la experiencia le ayudaría a replantearse el significado de una palabra quechua de su ciudad natal, Cusco: Iñiy. La palabra es difícil de traducir directamente al español, pero Vivianna eligió una analogía de la cultura pop para transmitir su significado: La sensación de conocimiento que permitía comunicarse con el pulpo en la película Mi maestro pulpo.
Del mismo modo, Iñiy podría referirse a la sensación que experimentamos cuando aprovechamos el conocimiento que ya posee una versión más evolucionada de nosotros mismos.
“Uno de nuestros mayores traumas es que no creemos en nada que no podamos ver con nuestros ojos. Si no puedo medir algo, no puedo demostrarlo”, me dijo Vivianna. “Pero si sólo nos guiamos por la evidencia de nuestros ojos, sólo vemos una verdad parcial. Nos hemos desconectado mucho de las fuerzas invisibles que dan forma a nuestra realidad. Así que la pregunta que me interesa es: ‘¿Cómo devolvemos esta conciencia a la corriente dominante?”.
COSMOVISIÓN INDÍGENA
Desde su momento de conciencia ampliada en las montañas, Vivianna ha estado buscando oportunidades para tender un puente entre su trabajo académico y la llamada más profunda que sintió hacia la sanación, tanto para sí misma como para las comunidades que aún sufren el legado del conflicto de Perú.
“¿Qué es la curación? ¿Qué significa? ¿Cómo integramos el trauma colectivo vivido por sociedades enteras? Siempre estaba en mi cabeza, siempre escribiendo. Pero este tipo de preguntas me obligaban a entrar en mi corazón”, explica Vivianna.
Hace unos años, Vivianna conoció el trabajo sobre el trauma colectivo de Thomas Hübl y el Presencing Institute de Otto Scharmer.
“Entré a formar parte de diferentes comunidades que realmente me permitieron explorar mi propio ser, mi propia práctica. Empecé a reevaluarlo todo”.
Los cambios se filtraron en su forma de enseñar.
A partir de 2019-2020, Vivianna tuvo la oportunidad de rediseñar la unidad de posgrado de un curso llamado Peace of Mind: La psicología de la paz, una unidad troncal del máster en estudios sobre la paz y los conflictos de la Universidad de Sídney.
Fue una oportunidad de aprovechar su momento de realización en las montañas de Perú para explorar formas de enseñanza que no se basaran únicamente en el conocimiento cognitivo e intelectual, sino que reconocieran el valor de la experiencia vivencial y corporal.
Una habilidad que aprovechó: Escuchar la pausa. Otto Scharmer considera que escuchar es nuestra habilidad más infravalorada.
En un artículo publicado en el Journal of Awareness-Based Systems Change (Revista del cambio de sistemas basado en la concienciación) en el que se describe el experimento, Vivianna explica que en la Teoría U existen cuatro niveles de escucha:
- Descargando: Reconfirmando lo que sabemos.
- Hechos: Lo que es diferente de lo que sabemos.
- Empático: Nos permite conectar con la experiencia del otro.
- Generativa: Nos conecta con lo que somos y con lo que queremos ser.
Incorporar esta sencilla práctica relacional de hacer una pausa de un minuto después de que alguien haya hablado transformó la dinámica del aula. Los alumnos empezaron a darse cuenta del nivel al que habían estado escuchando, y a acceder a nuevas percepciones que nunca habrían descubierto si hubieran seguido sus respuestas habituales.
Vivianna también quería utilizar el curso para explorar las formas no lineales de conocimiento codificadas en las culturas indígenas, donde el arte, el tejido, la poesía, la música y muchas otras formas de expresión transmiten significados que no pueden expresarse fácilmente en la escritura impresa.
En un giro moderno, una estudiante diseñó un elaborado experimento para grabar sus emociones a lo largo del día, asignarles partituras numeradas y notas musicales, y capturar la composición multidimensional resultante en sonido y vídeo.
Para Vivianna, el objetivo de toda esta experimentación era nada menos que empezar a curar una escisión de la conciencia que se remonta al menos a la época de Descartes, cuyo privilegio de la razón sobre la experiencia vivida dio lugar a una visión del mundo claramente sesgada: “Al razonamiento y a lo concreto se les atribuía un valor superior en la construcción del conocimiento”, escribió Vivianna. “Al mismo tiempo, las respuestas afectivas, emocionales y abstractas se conceptualizaban jerárquicamente y se encarnaban como débiles”.
Vivianna argumenta que si enfocamos el aula como un laboratorio para experimentar nuestra propia transformación, podemos encontrar formas de integrar este sentimiento de separación y volver a ser uno con uno mismo, con los demás y con la Tierra.
LOS GUARDIANES
Por supuesto, la historia de Vivianna no estaría completa sin volver a su abuelo, el mayor José Carreón Ortíz, que murió cuando ella tenía cuatro años.
José Carreón irrumpió de improvisto en nuestra conversación. Vivianna y yo estábamos hablando de nuestras experiencias en la Formación en Sabiduría Eterna (Timeless Wisdom Training con Thomas Hübl), y ella mencionó cómo había sentido una renovada sensación de conexión con su abuelo desde que empezó el curso.
Al trabajar con traumas intergeneracionales, siempre vale la pena recordar que nuestros antepasados no sólo nos transmitieron sus heridas no resueltas. También heredamos recursos de resiliencia, creatividad y conexión espiritual. Esto parecía ser lo que estaba cobrando vida para Vivianna.
De niña, Vivianna recuerda que José Carreón la visitó en una visión y le transmitió un mensaje, y desde entonces se sintió muy unida a él.
Mientras crecía, su madre le había contado las hazañas de José Carreón en expediciones en busca de la legendaria ciudad inca de Paititi.
Fue en una de sus incursiones para explorar las ruinas de Vilcabamba, en las llanuras boscosas de la provincia de La Convención, al noroeste de Machu Picchu, cuando José Carreón se encontró con una pareja de Paco-Pacuris, los guardianes de una civilización inca subterránea.
El siguiente relato de José Carreón fue citado en el libro Paititi: En la bruma de la historia, de Carlos Neuenschwander Landa, el mayor explorador del Perú:
“Al amanecer, mirando a través de la puerta de la cabaña, en la luz difusa con que comenzaba el día, observé, con incredulidad, una gigantesca silueta de mujer. Al principio, pensé que era efecto de mi estado aún somnoliento y, por eso, me levanté y caminé hasta la puerta, comprobando que no se trataba de una ilusión.
Salí de la cabaña y me acerqué a la mujer, que, desde su metro ochenta de estatura, me miraba a través de sus grandes ojos rasgados. Tenía la nariz aguileña y rasgos finos. Estaba envuelta en una larga túnica marrón claro. Me quedé mirándola un momento sin acertar a decir nada, cuando, saliendo de un arbusto cercano, apareció la figura de un hombre, aún más alto, que al parecer la llamó en un idioma que no era el quecha. Ambos se encontraron e inmediatamente desaparecieron entre los arbustos.
Sólo entonces salió el dueño de una de las otras cabañas, explicándome que los extraños visitantes eran Paco-Pacuris y que, de vez en cuando, venían a su choza a pedirle sal. “Son muy fieros y hay que complacerlos”, señaló. Le aseguraron -añadió- que son los cuidadores de las ruinas de Vilcabamba”.
¿Qué pensar del cuento?
Tal vez sea un recordatorio para escuchar la pausa.
El artículo en el original en inglés >>
Autor: Matthew Green
Traducción: Alex Escuderos